Cuando el domingo pasado leí la emocionante historia de una farola de Oñera, no pude dejar de mirar a un pequeño boceto en DIN A6 que tengo enmarcado y que hice sentado en un bar (ya quedan pocos), mientras esperaba la comanda, fijándome a través de la ventana, en una fondamenta veneciana próxima a la sacca de la Misericordia.
En un día oscuro de invierno este farol iluminaba el espacio vacío de un sottoportego muy bajo y estrecho, como espectante a que alguien pasara por allí, no como antaño cuando probablemente hubiera conocido tiempos de más bullicio.
Siempre me he preguntado si los objetos inanimados pudieran tener alma...
La farola de Oñera parece que sí, este farol no lo sé.
Un juego de luces maravilloso!! me encanta este farol.
ResponderEliminarun abrazo
Has conseguido una buena admosfera tanto en la acuarela como en la historia.
ResponderEliminarSí Emilio: los objetos inanimados poseen el alma que uno les quiera poner.
ResponderEliminarEste farol veneciano podría contar (a mí me cuenta) mil historias de amantes enamorados, maridos despechados, ...
Bonito dibujo y exquisita presentación en el texto.
Un abrazo.
Más que agradables, Emilio, tanto el dibujo y sus claroscuros como la narración... y estoy con Oñera en que seguro que tiene alma!
ResponderEliminarUn abrazo
Otro precioso farol para la colección de los faroleros ¡¡muy bonito!
ResponderEliminarEs cierto: si las cosas materiales a veces pudieran sentir, cuánto sentirían..unas veces para bien y otras para mal..¿Verdad?
ResponderEliminarUn abrazo!