A mí, de niño, me parecían pájaros gigantes que nos iban a devorar al caer la noche. O seres de otra galaxia que venían a invadir el planeta Tierra.
Con esa imaginación no es raro que acabase escribiendo una novela. Bueno, en realidad era un cuento corto, pero a mí me parecía todo un novelón de ciencia ficción. El argumento es fácil de imaginar: enormes extraterrestres con forma de pájaro devoran a los terrícolas al caer la noche (no sé porqué siempre tenían que atacar de noche, la verdad).
Para salvar a la humanidad no se me ocurrió otra cosa que darles para comer -en realidad para cenar- seres humanos envenenados. Así de sencillo.
Ayudado por Susi, esa niña por la que bebía los vientos sin que ella supiera de mi existencia, inyecté con una jeringa veneno en el cuerpo de cuantos consideré prescindibles en este mundo: la profe de geografía, un cura que me tenía manía, el delegado de clase que siempre me apuntaba en la pizarra y tres tíos de cuarto A que me caían como una patada.
Ellos se resistieron, claro, pero de todas maneras esa noche fueron la apetitosa cena de los extraterrestres, los cuales al amanecer ya estarían muertos.
Pero la realidad, amigos, es más dura que la ficción, y al día siguiente los pájaros gigantes seguían vivos y coleando. Susi seguía ignorándome. La profe de geo me puso un cero por no saber la lección -si de mayor me voy a dedicar a escribir novelas de ciencia ficción, ¿para qué quiero saber de memoria los afluentes del Tajo por la derecha?- y el padre Esteban me dio dos collejas por moverme en la fila. Ramirez apuntó mi nombre en el encerado y, para colmo, los matones de cuarto A me quitaron varios cromos de la liga 69-70 que no me dio tiempo esconder en el calcetín.
En la actualidad los astilleros van desapareciendo poco a poco, y estos seres están en peligro de extinción. Por eso estoy escribiendo una secuela titulada La venganza de los pájaros gigantes. Así que prepárate Susi: esta vez, cuando acabe con los alienígenas, no me voy a conformar con un casto beso en la mejilla.
Jajajjaja BIEN OÑERA!! Por fín hay texto!! Es que me encanta, me divierto un montón con tus historias ¡¡menudo tesoro tenemos contigo!!. Es fantastiken la idea de hacer estas historietas en tus cuadernos ¿vas a dedicar todo el cuaderno a un mismo tema? ¿o los alternas?- Enorabuena por esta fabulosa entrada!
ResponderEliminarGENIAL!!! eres muy bueno. Estos dibujos están realmente bien, muy bien dibujados. El texto es para publicarlo en una novela tipo Asimov.
ResponderEliminarFelicidades. Un abrazo
Bueno parece que estamos algo nostálgicos hoy. El pajarraco extraterrestre que saca la patita del dibujo me produce escalofríos. Parece que está vivo aunque la globalización todavía no lo haya aniquilado.
ResponderEliminarEspero con ilusión la segunda parte de la historia. ¡Enhorabuena!
No sólo a niños le parecen pájaros intergalácticos, a mí también pero no tengo la vena literaria de escribir un relato de ellos.
ResponderEliminarBuenos "pájaros" y buena historia. No sé si es real el pensamiento o si todo es invención, lo que sí creo que es divertida.
ResponderEliminarHola Conchy. Me alegra que te diviertas con mis historietas.
ResponderEliminarSusan: ¡Qué sabrá Asimov! Sólo son dibujillos imitando a los que hacía cuando era niño.
Sí, Emilio. Vi las grúas y me acorde de esta historia.
Hola Tracy.¡Menos mal! Pensé que sólo a mí me parecían pájaros gigantes.
Parte es real y parte fruto de la imaginación, M. Antònia. Se mezcla, se bate bien y sale lo que lees.
Gracias a todos y un fuerte abrazo.
son tan bonitos los comnetarios como los dibujos.
ResponderEliminarUn abrazo
Amigo Oñera, eres un genio con estas historietas. Qué imaginación!
ResponderEliminarCómo me gusta esa tranformación de los sueños en cuento, de algo que tenías en el coco...
Te felicito por tener tanta imaginación y exponérnos la historia de forma tan agradable. Qué bien lo he pasado leyendo! Con esos dibujitos de los pajarracos malvados.
¿Cómo podía ignorarte Susi con este cuento tan original siendo cómplice tuyo en el arte de inyectarles el veneno?
No te has dado cuenta... pero la tienes totalmente tuya! Tendrás la recompensa esperada y podrás decir aquello de colorín colorado...
Hola, Oñera. Eres único plasmando recuerdos en el papel con dibujos, colores, palabras...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Gracias Pedro. Tanto el texto como los dibujos evocan a mi niñez. Contento de que te gusten.
ResponderEliminarHola Joshemari. Como bien dices son eso: dibujitos (emulando a los que hacía cuando era niño)
Feliz de que te diviertas con mi historieta.
Un fuerte abrazo a los dos.
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja...
ResponderEliminarAmigo Oñera, con tu ágil y divertida palabra, me has hecho recordar un chiste... en el que dos monjitas en el vagón de un tren, escuchan la conversación de dos putillas que tienen delante y que conversan sobre los maravillosos abrigos y joyas que llevan puestos y sobre lo generosos que son sus respectivos clientes...
Una de las monjitas, atónita por lo que escucha, se gira hacia la otra y en voz baja le dice: "Hermana Milagros, cuando lleguemos al convento le voy a decir al padre José que se meta las madalenas por donde le quepan...!"...
Y es que entiendo que ya no te conformes con ese antiguo casto beso de Susi... ;)
Geniales tus pájaros y genial y ocurrente tu prosa!
Un abrazo!
Gracias Joy. Lo realmente genial es que pases hayas pasado un rato agradable. Y yo contento por ello.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Oñera, aimpática historia, como siempre. Comprendo tu obsesión de entonces, a mi me ocurría algo parecido con las escavadoras. Por la zona donde vivía en mi infancia ahi en Asturias, había muchas escavadoras, se metían en mis sueños y me daban mucho miedo. Tenían vida propia, me rodeaban y queria atraparme. Que cosas eh?
ResponderEliminarCoses de guajes, Marisol. De todas formas ... ¡qué bueno es poder seguir siendo un poco como un niño!
ResponderEliminarUn abrazo.